domingo, 5 de septiembre de 2010

Fronteras Abiertas y Cerradas


Vive María entre las caderas de la mujer. José la mira y la toca, pero no osa penetrarla. Existe castigo divino si lo hace. Todos lo intentan porque Cuerpo es provocativo. Sus senos, que suaves son, ¿verdad? Quien no podría resistirlos. Busca y posee, y después vacío y oscuridad. Como un útero invertido el humo negro se desparrama por la habitación. Huele a sexo y a hierro. Fue placentero, pero no para María que observa desde dentro del armario. Todo aquello fue repugnante. Terrible. Quien pudiera hacer aquello no merece la entrar en el cielo. Castidad eterna para aquellos que fueron divinos. Y yo me pregunto. ¿Quién quiere ser divino? Yo no, María, que te den. Tu vives en mis caderas y mis pechos, pero no en mi mente, por eso te dibujo negra y oscura, ángel caído, deprimente y amargada. María muere cuando yo nazco y me río ante tu patetismo, virgen eterna. Qué más da, sólo fue un polvo y mañana un día más. Mañana volverás a morir, yo a pecar, tú a sufrir y yo a disfrutar.

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